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24 horas en 42

Se sientan en la misma mesa siete estudiantes de la primera promoción de 42 Madrid Fundación Telefónica para hablar sobre la experiencia de pasar más de 24 horas programando en el campus. Un grupo que ha hecho piña para, juntos, explorar los límites de la tecnología.

Un hackaton, palabra formada por hack y marathon, es un evento orientado a desarrolladores (aquí entran los hackers) para que en un espacio de tiempo muy limitado (aquí entra el marathon) desarrollen un proyecto de manera colaborativa y trabajando en la misma ubicación física. La dinámica es simple. Se forman equipos de trabajo multidisciplinares, se facilita la tecnología necesaria y se cuenta con la colaboración de mentores expertos en el área. Una vez dispuestas las herramientas, es cuestión de ser capaces de terminar la tarea a tiempo. De cualquier manera, los objetivos de brindar experiencia profesional y aprendizaje real a los estudiantes, se cumplen.

Gabriel tiene 19 años y se desplazó a Madrid desde Málaga para participar en la primera piscina de la academia. Ahora se dedica plenamente a sus estudios en 42. “Nadie de nuestro grupo más cercano es experto en una materia concreta, por lo que los hackatones son muy útiles para nosotros. Una vez superamos la piscina y empezamos en el campus, teníamos conocimiento sobre programación en lenguaje C, pero no éramos capaces de desarrollar algo visual y mucho menos un producto específico. Participar en la Casi Week Blockchain nos gustó tanto que nos clavó la espinita para no perdernos ninguna oportunidad parecida”, afirma.

Desde un punto de vista formal, los hackatones son herencia de la cultura hacker que nació en el Massachussets Institute of Technology (MIT) en la década de los sesenta. Se trabaja de manera colaborativa y se comparten líneas de código para culminar proyectos de gran tamaño y avanzar más rápido, algo muy en la línea del enfoque que hoy en día se le da en 42 Madrid o en muchos otros sitios. Aitor y Carlos son unos años mayores que Gabriel, pero también son novatos en este tipo de actividades: “tienes que plantearte muchas cosas a la hora de trabajar y eso lo hemos aprendido con la experiencia”, dice Carlos, a lo que Aitor añade que “cuando nos unimos por primera vez, éramos un absoluto desastre”. Aunque no están familiarizados todavía con metodologías como Agile o Scrum, entre los siete creen haber dado con un método propio al que bautizan, como no podría ser de otra manera, 42:

  • En una reunión inicial de máximo una hora, ponen en común sus ideas y eligen democráticamente la más apropiada.
  • Determinan las tecnologías que van a utilizar en el desarrollo del proyecto.
  • Estructuran las necesidades.
  • Se reparten las tareas aprovechando los puntos fuertes de cada uno de ellos. Mientras unos se encargan del front-end y otros del back-end, puede haber alguien trabajando en el diseño, pero todos tienen que ser productivos.
  • Se reúnen varias veces para revisar los avances e incluir mejoras y se van turnando para descansar.

“Algún servidor nos hemos cargado”. “Dormir, lo que es dormir, más bien poco. Nos tumbamos de vez en cuando media hora para poder despejar la mente”. “Durante la madrugada es cuando se nos ocurren las ideas más locas. No sabría decir si es producto del cansancio o porque, al contrario, el cerebro está a pleno rendimiento”. “Aunque vayamos afinando nuestro método, nos gustaría aumentar nuestro rendimiento personal y el de las tecnologías que utilizamos. Para eso debemos seguir formándonos”. “Con café y pizza, las probabilidades de que el código compile aumentan”, bromean José, Marcos y el segundo Carlos del grupo. El formato de los hackatones da el suficiente juego como para que los siete se diviertan recordando anécdotas ajenas a lo puramente tecnológico, aunque resaltan cualidades de estas actividades como el networking y otros fundamentos asociados a la metodología pedagógica de 42 Madrid: compartir conocimientos, colaborar con otras personas de distinto desarrollo formativo, fomentar el aprendizaje en la resolución de problemas así como promover la cultura del peer to peer y la autocrítica para la mejora continua.

En cualquier caso, dedicar más de 24 horas a programar en el campus no está estrictamente ligado a la celebración de hackatones.  “Después de un examen en la piscina del que no salí nada satisfecho, me quedé más de 24 horas programando y estudiando”, recuerda Ulises. “La primera vez que pasamos más de 24 horas en 42 no fue porque tuviéramos que desarrollar un proyecto con tecnología blockchain o resolver un desafío planteado por una startup, sino porque nos planteamos el reto a nosotros mismos. Haciendo piña, es más fácil”. En este momento de la conversación, se acerca Rafa, un compañero que superó la piscina de noviembre y que es estudiante de pleno derecho desde hace 26 horas. “Entré en 42 a primera hora y no he vuelto a casa desde entonces. Llevo 26 horas seguidas y no he dormido más de 45 minutos. Lo tenía pensado desde antes, aunque ya sé que no me obliga nadie. Es sólo por saber que era capaz. De hecho, de primeras íbamos a ser cinco, pero me he quedado solo. Aparte de aprender, ha sido divertido ¿Me acogéis en vuestra piña?”.